Ante
las Nives del Himalaya:
Notas de observaciones recientes
por
Geoffrey Hodson
El
Everest representa el aspecto femenino del poder de la Tierra. En
su cumbre aparece una forma simbólica de la Diosa Madre del
Mundo sentada en meditaciön en su trono de loto. Revestida
de un manto de poder, azul marino por fuera, índigo por dentro,
ella se mantiene inmóvil, posicionada en un poderoso chakram
terráqueo del cual el Everest es el corazón físico
y magnético. Su conciencia se encuentra profundamente sumergida
en contemplación, introvertida, evocando y conservando el
poder espiritual, así como el Dios del Kunchinjunga lo recibe
y envia.
Kunchinjunga
representa el aspecto positivo de la tierra y sobre él se
localiza este Dios de la montaña; Su aspecto es blanco y
fiero como el brillo del reflejo del sol sobre la nieve, Su aura
también blanca, está pincelada por retoques azules.
Huestes de devas menores blancos se desplazan contínuamente
por toda la zona sirviendo a Este y otros Grandes Seres Fulgurantes.
El
Dios del Kunchinjunga parece servir como el sentinela meridional
y guardián de las regiones sagradas del Tíbet. Su
conciencia se despliega por toda la India e Indochina, incluyéndo
el mar. Como un faro, irradia sobre de ellos un poder positivo,
radiante y puro.
Estos
dos son como los aspectos gemelos de cierta clase de poder terráqueo.
Desde lo más profundo, la fuerza de la Tierra asciende dentro
del Everest como lo hace Kundalini dentro de los chakras de un yogui
iluminado. Y más allá de, y a través suyo,
el poder fluye por el Kunchinjunga como bendiciendo el elevado pico.
El Everest recibe y almacena el poder, el Kunchinjunga lo distribuye.
Más
allá de las sorprendentes conciencias de estas montañas
existe una tercera, la de un gran Deva de la región Transhimaláyica,
mucho más al norte. Así todo el Tíbet está
ocultamente aislado del mundo, siendo de hecho un templo, custodiado
por Devas guardianes.
El
poder emanado del valle de los Mestros es claramente disntinguible.
Toda la región pareciera estar encendida en poder, es un
tremendo centro, como el sol, su dorada radiación centellea
sobre el mundo. En el corazón del valle emana la profunda
paz en la cual Ellos viven, la Paz de lo
Eterno.
Otros
centros de poder se encuentran ampliamente diseminados por toda
la zona, hogares sin duda de los Excelsos Seres.
Sobre
el establecimiento en la tierra de la fraternidad de los ángeles
y los hombres, aun Deva de las montañas piensa:
La
humanidad, a través de sus científicos, se encuentra
sondeando el poder de la materia física, perforando la
materia para obtenerlo. A su debido tiempo, las capas externas
de energía de la tierra serán golpeadas ligeramente,
proporcionando nuevas fuentes de energía. Enseñe,
por lo tanto, sobre los Dioses de la energía, sobre las
Inteligencias creativas y directivas detrás de las energías
de la naturaleza, despertando, aquí y allá en esta
edad obscura, la mente del hombre al hecho de su existencia. Enseñe
las dos esenciales cosas para el descubrimiento exitoso y la utilización
de la energía oculta. Primero, la fraternidad humana, ya
que el poder deberá ser utilizado para contruir, y no para
destruir. Y segundo, que el científico, como el yogui,
debe buscar dentro de él la verdad.
La
clave para el ingreso del hombre al reino de los Dioses consiste
en la completa preparación para poner al servicio de todos,
el poder obtenido, el conocimiento obtenido, sin resevar nada
para sí mismo.
El
científico debe convertirse en el verdadero yogui, inegoísta,
con sólo la verdad como único objetivo. Sólo
así los dioses le mostrarán sus regalos, y le abrirán
el santuario donde las energías ocultas residen, y lo admitirán
en el Reino de los Dioses.
La raza humana necesita urgentemente de un despertar espiritual.
El hombre debe pasar del egoísmo hacia el altruismo, de
la adquisición al servicio, del aspecto forma al aspecto
vida. Entonces, y sólo entonces, el poder le podrá
ser confiado, y le será otorgado el conocimiento de la
vida dentro de la forma.
[The
Theosophist, Abril 1934]
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