Etapa
III. El Discipulado Aceptado
En
esta breve serie de instrucciones no tengo la intención de
ocuparme de la etapa del discipulado aceptado. Mucho se ha escrito
sobre ello. He abarcado los ángulos prácticos en mis
libros y nada se logrará con la repetición. Los libros
que la Sociedad Teosófica ha publicado sobre el discipulado
describen adecuadamente el sendero de probación. Yo me ocupé
detalladamente del sendero del discipulado.
Los
contactos que se realizan en el sendero del discipulado aceptado
son bien conocidos, pero no pueden ser descriptos detalladamente.
Varía según la persona y el rayo. Sólo deseo
pedirles que tengan en cuenta esta forma de acercamiento, recordándoles
que tienen lugar en diversos grados de claridad y en distintas etapas
del sendero. Como bien saben, son:
1.
Un vívido sueño.
2. Una enseñanza simbólica.
3. La forma mental de un Maestro.
4. El contacto directo con el Maestro en la meditación.
5. Una entrevista en el Ashrama de un Maestro.
[i733]
Los tres primeros constituyen por lo general la experiencia del
discípulo en probación; los dos últimos, la
del discípulo aceptado. Tienen sus contrapartes astrales
o p psíquicas inferiores. En este caso, no todos son espejismo
e ilusión, tampoco básicamente censurables, pues en
realidad son la simiente o garantía de futuras e inevitables
experiencias en el Camino. Hay personas que ven las formas mentales
de los Maestros, porque éstas existen, recibiendo enseñanzas
simbólicas en el plano astral o [e672]
durante el sueño. Los principiantes y los inexpertos tienden
a hacer una o dos cosas: a sobrestimar la experiencia y a considerarla
como un desarrollo espiritual elevado; comienzan por apoyarse en
la experiencia y a sustituir este acontecimiento astral por la realidad
futura, o lo descartan como psiquismo inferior indeseable, olvidando
que sólo es psiquismo inferior cuando es errónea la
interpretación y el empleo que se hace de la experiencia.
La tarea del discípulo aceptado consiste en ayudar a interpretar,
dirigir e indicar al neófito la significación de la
experiencia. Los trabajadores en el campo espiritual deben tener
esto en cuenta y recordar que -como resultado de la guerra, la tensión
y la aspiración hacia la nueva era- los sueños y visiones,
los episodios de enseñanza simbólica y los contactos
con formas mentales, aumentan constantemente e indican crecimiento
y expansión. Cuando no son dirigidos ni explicados y mal
interpretados o ridiculizados, pueden obstaculizar grandemente,
obligándoselos a descender a la categoría del verdadero
psiquismo inferior; correctamente explicados e interpretados pueden
constituir una serie de revelaciones graduadas, en el camino hacia
la luz; entonces existen como garantía del conocimiento futuro
y como postes indicadores de una realización relativa, pero
no son reales cuando están enfocados astralmente.
Los
discípulos deben tener siempre presente que progresan respondiendo
a sus propias preguntas; la tarea del Maestro no es responder a
las preguntas que el discípulo, con un poco de tiempo y reflexión,
puede responderse a sí mismo, sino sugerir o introducir en
la mente del discípulo un interrogante que justifique su
reflexión y luego estimular la mente abstracta para que pueda
responder exitosamente.
Por
lo tanto, pueden ver cuán importantes son las preguntas y
cómo, en el ashrama o grupo de un Maestro, [i734]
la reacción de los miembros a las preguntas recibidas por
un discípulo individual o por todo el grupo, y las respuestas
a esas preguntas, producen un efecto condicionador sobre el grupo.
Aquí entra en juego el trabajo especial del Maestro -incitar
al Ashrama a formular las preguntas que traerán la revelación.
Un Maestro debe recordar siempre dos cosas: primero, la condición
del grupo, lo cual depende de la vibración conjunta o nota
de todos los miembros del ashrama, mientras trabajan juntos y, segundo,
el período durante el cual actúa el grupo. Deberá
agregarse a ello la respuesta de todo el ashrama. Una de las dificultades
que enfrentan los ashramas (considerándolos como totalidades)
es absorber nuevos miembros y discípulos, sea individualmente
o en [e673] grupos.
La pregunta que lógicamente surge es: ¿Cómo
puede un grupo dentro del ashrama (constituido por discípulos
relativamente nuevos y principiantes, en el sendero del discipulado
aceptado) ser más sensible a la vibración del ashrama
y al Maestro del ashrama?
Esta
pregunta, en realidad, abarca el principal problema que existe entre
la personalidad y el alma, entre el Maestro y el discípulo
y entre la humanidad y la Jerarquía. Fundamentalmente consiste
en registrar la unidad esencial y terminar con la separatividad.
Los discípulos deben aprender conscientemente a evitar las
diferencias entre los aspectos del ashrama interno y externo y entre
los pocos miembros del ashrama que conocen y reconocen, más
el vasto número de los que no conocen. Un ashrama es un grupo
o conjunto de discípulos, de iniciados de diversos grados
y de discípulos mundiales y neófitos, que comienzan
a recorrer el camino del discipulado. Los discípulos no deben
pensar en términos de distintos ashramas, sino en términos
del Ashrama como un todo.
La
clave de esto, aunque posiblemente no lo parezca, es intensidad.
La intensidad, o trabajar desde un punto de tensión, trae
una oleada de revelación, entonces el discípulo puede
aprender en un solo y breve día lo que de otra manera podría
llevar meses y también años. La tensión es
el gran poder liberador si está esta enfocada correctamente.
Muchos discípulos enfocan incorrectamente la tensión
y liberan energías en dirección incorrecta (si puedo
expresarlo tan inadecuadamente) y desde una ubicación incorrecta.
[i735] La correcta
tensión se logra ante todo por la correcta orientación,
la cual requiere poseer un verdadero sentido de los valores y carecer
de esas preocupaciones menores, que producen extensión en
vez de tensión. Daré un ejemplo común: cuando
se preocupan de su condición física, no experimentan
la tensión que los convierte en centros magnéticos
de poder y amor; cuando se preocupan de los fracasos de otras personas
o de las ideas que tienen respecto a ustedes, tampoco experimentan
la tensión que libera. Por lo tanto, será de valor
descubrir dónde están sus "extensiones"
y retrotraerse internamente al punto de tensión, desde el
cual pueden dirigir la energía del alma, consciente y efectivamente.
Éste
es el verdadero trabajo esotérico. La mayoría de los
discípulos no rinden ni el 60% de su efectividad, porque
sus puntos de tensión se hallan diseminados por toda la personalidad
y no están enfocados donde debería estar el punto
individual de tensión. Cada uno debe descubrir por sí
mismo ese punto [e674]
de tensión espiritual. La razón de por qué
los discípulos no son sensibles al Maestro, a la vida del
ashrama y entre sí, se debe a que se han extendido en lugar
de estar tensos, pues trabajan y viven en la periferia de la conciencia,
no en el centro. Su servicio, en consecuencia, es parcial, su consagración
débil y están dominados por la inercia, el desinterés
hacia los demás y las muchas preocupaciones por el aspecto
forma de la vida.
Otra
pregunta más podría considerarse aquí, tratándose
de una frase que utilicé varias veces premeditadamente en
estas charlas. ¿Qué diferencia existe entre el amor
y la voluntad de amar? Es una pregunta que siempre hacen los discípulos
en las primeras etapas del sendero del discipulado, muy reveladora
por cierto y fundada en un sentido de necesidad individual y también
de necesidad grupal. Además, indica análisis agudo,
que ha llevado, a quien interroga, al punto en que conoce la diferencia
entre teoría, más esfuerzo, y la espontánea
demostración de aquello que es.
La
voluntad de amar encierra el reconocimiento de la limitación,
del deseo, de la exigencia de las cosas y de la intensa aspiración
de amar realmente. No significa la afluencia de la energía
de Shamballa por medio del alma, cuya naturaleza intrínseca
es el amor espontáneo. Cuando se desea expresar el [i736]
amor se adoptan ciertas actitudes -sean naturales por pertenecer
a una personalidad desarrollada, o forzadas a prestar atención
a los mandatos del alma. El discípulo sabe que carece de
amor, porque se encuentra constantemente aislado y no se identifica
con los demás; se irrita con sus hermanos, los critica, se
siente superior a ellos o los observa, diciendo "ustedes están
equivocados, yo no; ellos no comprenden, yo sí. Yo los conozco,
pero ellos no me conocen, debo tener paciencia con ellos",
etc. Durante todo este período la actitud adoptada es indefectiblemente
la voluntad de amar, unida a un profundo conocimiento de los obstáculos
que se interponen para expresar el amor presentado por los demás,
como también lo presentan nuestros propios hábitos
mentales. Todo esto es una especie de egocentrismo. La verdadera
manera de amar es reflexionar y meditar profunda y constantemente
sobre el significado y la significación del amor, su origen,
su expresión a través del alma, sus cualidades, metas
y objetivos. La mayoría de las reflexiones efectuadas por
el aspirante están fundadas en su comprensión innata
de que realmente no ama en la forma libre y espontánea como
lo hace el espíritu. Por lo tanto, el discípulo se
ve forzado a adoptar una posición egocéntrica, en
lo que piensa: "Ahora [e675]
amo; ahora no amo, tengo ahora que tratar de amar", y sin embargo
ninguna de las actitudes adoptadas es verdadero amor, ni su resultado
es una expresión de amor, porque el discípulo se identifica
consigo mismo, enfocándose en la personalidad. El amor nunca
se inicia en la naturaleza inferior, si puedo expresarlo así.
Es una afluencia libre e ininterrumpida desde la naturaleza superior.
El
amor es espontáneo y contiene siempre el libre espíritu
erístico. Creo que nunca se ha descrito mejor la naturaleza
del amor, que la expresada por el iniciado. Pablo, aunque sus palabras
fueron traducidas a veces erróneamente. Estudien en El Nuevo
Testamento los pasajes en donde define el amor. Desistan de acentuar
la voluntad de amar y acentúen en su propia conciencia la
necesidad que los demás tienen de nuestra compasión,
comprensión, interés y ayuda. La soledad que generalmente
sienten los discípulos es a menudo incidental a la egocentricidad
de todos aquellos con los cuales entra en contacto y también
a la intensa preocupación del neófito por su propio
progreso. El clamor del neófito es: "Díganme,
díganme, entonces cambiaré". "Aceptaré
todo lo que me digan, pero díganme". El clamor del discípulo
es: "Ayuden [i737]
en el trabajo. Olvídense de sí mismos. El mundo los
necesita". Tantos discípulos están aún
encerrados dentro de sí mismos y ocultos detrás del
muro del yo personal, que muy poco amor verdadero fluye externamente.
Hasta no lograr evadirlo y amar verdaderamente, se verá menoscabada
su utilidad.
Hemos
considerado previamente las etapas del Discipulado Primario y del
Discípulo que está en la Luz, que actualmente han
quedado atrás para un gran número de seres humanos.
Sin embargo, es necesario revivir los efectos de ambas experiencias,
y la necesidad de hacer esto subyace detrás de gran parte
del trabajo que realizan los discípulos e instructores en
la actualidad. Un gran número de personas también
atraviesan la etapa del Discipulado Aceptado. La nota clave de esa
etapa es, como bien saben, establecer contacto con el Maestro; la
tarea principal y la técnica del Maestro es evocar una respuesta
directa y una reacción consciente del discípulo. Junto
con esas reacciones el Maestro espera que el discípulo se
esfuerce en ser impersonal en su relación con Él y
sus condiscípulos. Impersonalidad es el primer paso en el
camino hacia el amor espiritual y la comprensión. El esfuerzo
de la mayoría de los discípulos sinceros, generalmente
se concentra en amarse los unos a los otros, y al hacerlo (empleando
un viejo símil) ponen "el carro delante del caballo".
[e676] El esfuerzo
es lograr ante todo impersonalidad en su trato, porque, una vez
lograda, desaparece la crítica y puede afluir el amor.
El
Maestro también espera un esfuerzo por parte de Sus discípulos,
y a fin de trabajar generosamente en escala mayor, respecto a Su
trabajo en el mundo de los hombres, les permite trabajar como desean,
pero ciertamente espera que el esfuerzo se haga en las líneas
de la actividad específica que constituye Su intención.
Para lograr este esfuerzo vital y enérgico debe existir la
facilidad de enfocarse en el trabajo y sus necesidades y desarrollar
el poder de colaborar con quienes están empeñados
en una tarea similar. Esto involucra además impersonalidad
y correcto enfoque. Actualmente el Maestro busca a quienes se consagran
a las necesidades de la humanidad en estos días de agonía
humana, lo cual implica sensibilidad al dolor mundial, a medida
que se manifiesta día tras día en los asuntos mundiales;
requiere también una "divina indiferencia" a los
acontecimientos externos de la vida del pequeño yo, y un
sentido de proporción que permita al discípulo ver
sus pequeños [i738]
asuntos personales -físicos, emocionales y mentales- en términos
de la totalidad. Así nuevamente llegamos a la impersonalidad
-esta vez la impersonalidad hacia las propias reacciones del hombre.
Por
lo tanto, el Maestro tiene necesariamente que preguntarse a Sí
mismo si el tiempo y la energía que emplea para los miembros
de Su grupo o ashrama, es justificado y si, como resultado, el grupo
se ha vivificado para un servicio acrecentado, y está más
estrechamente unido por los lazos de la fraternidad ashrámica
y más descentralizado, o si es cada vez menos un grupo de
personalidades dedicadas y cada vez más un grupo de almas
vivientes.
La
impersonalidad también debe desarrollarse en conexión
con el Maestro, pues no se ocupa de que sus discípulos, como
grupo, lleguen a estar satisfechos de sí mismos, de su categoría
o del servicio que prestan. Con frecuencia hace hincapié
(en los pocos y raros contactos con Sus discípulos) sobre
sus fracasos y limitaciones, pues no sólo les imparte una
continua enseñanza y les ofrece la acrecentada oportunidad
de servir, sino que Su tarea principal es ayudarlos a apartarse
del aspecto forma de la vida y a capacitarse para ciertas grandes
expansiones de conciencia. Da por sentado de que realmente se dedican
y desean servir, demostrándolo al aceptarlos en Su grupo
de discípulos. Al hacerlo acepta también la responsabilidad
de prepararlos para la iniciación. No es parte de los deberes
del Maestro darles palmaditas en la espalda ni felicitarlos por
el trabajo hecho ni [e677]
por el progreso alcanzado. En cambio tiene la tarea de vigilar cuidadosamente
su nota o vibración, e indicar los cambios que deben hacerse
en la actitud y expresión, donde corresponde intensificar
la vida espiritual y donde los reajustes de la personalidad conducirán
a una mayor libertad y, por lo tanto, a un servicio más eficiente.
Si este proceso evoca en ellos resentimiento o desilusión,
entonces indica que aún están dominados por las reacciones
personales.
Otra
cosa que los discípulos fácilmente olvidan, es que
el Maestro tiene que proteger todo el Ashrama principal, de las
reacciones de quienes están aprendiendo a trabajar en pequeños
grupos supervisados, en colaboración con sus hermanos más
experimentados. A veces algunos discípulos se desalientan
-por natural morbosidad, egocentrismo, letargo y otras veces por
[i739] buenas intenciones-
y renuncian al ashrama o grupo. Esto sólo pueden hacerlo
exotéricamente, pues el vínculo esotérico siempre
persiste, aunque puede ser momentáneamente interrumpido ante
la necesidad mayor del grupo, de protegerse de algún ente
que se halla entre el]os. Los miembros del Ashrama y los discípulos
aceptados siempre llevan a cabo el trabajo mundial y lo hacen eficazmente.
Neófitos y principiantes deben ser entrenados para este trabajo,
proporcionándoseles un amplio campo para ese fin.
Hay
ciertos períodos en que los discípulos deben enfrentar
claras y definidas preguntas y al responderlas se descubren a sí
mismos y también descubren el alcance y el fruto del servicio
exigido. Algunas de estas preguntas pueden formulárselas
de la manera siguiente:
¿Cuán
eficaz es mi trabajo en mi esfera de actividad?
¿Cuán
eficaces son mis pensamientos y planificaciones respecto a lo
que puede deparar el futuro inmediato? Tenemos en la actualidad
un ejemplo de esto, en conexión con los planes para el
mundo de posguerra y la necesidad de una inteligente y espiritual
actividad reconstructora.
¿Qué
resultados veo como fruto de mi trabajo?
¿Siento
que mi trabajo ha sido satisfactorio, desde el punto de vista
de mi alma e incidentalmente de mi Maestro?
¿Trabajé
impersonalmente en relación con mis condiscípulos
y colaboradores, sin tener en cuenta su categoría?
¿Mantuve
el necesario espíritu de colaboración amorosa?
¿Reconozco
honestamente mis propias limitaciones y las de mis condiscípulos,
y sigo adelante con quienes sirven a la par mía, sin críticas
y en silencio?
[e678]
¿Sé exactamente en qué etapa estoy?
¿A quién puedo ayudar? ¿A quién puedo
acudir para que me dé un ejemplo, ayuda y comprensión?
Una
de las primeras lecciones que un discípulo debe aprender,
es reconocer lo que ocultamente se denomina "progresión
jerárquica". Esto le permite al discípulo colocarse
conscientemente en ese punto al que la evolución y el desenvolvimiento
espiritual lo han llevado, por lo tanto, a reconocer a aquellos
a quienes puede ayudar desde el punto de vista [i740]
de su mayor experiencia, y de quienes puede esperar análoga
ayuda.
Esta
primera lección es difícil. El neófito por
lo general es más conscientemente vanidoso que el discípulo
experimentado. La necesidad de comprender el hecho de la progresión
jerárquica me impulsó a elegir, como nuestro tema
de estudio, las seis etapas del discipulado. El hecho de ser un
discípulo no significa que todos, dentro de un ashrama, deberían
hallarse en el mismo peldaño de la escala evolutiva. Pero
no es así. Un ashrama está compuesto de todos los
grados, y abarca desde el discípulo que da los primeros pasos
en el arduo sendero del entrenamiento, hasta el discípulo
que es Maestro de Sabiduría. La progresión jerárquica
es algo que merece detenida consideración. Les recordaré
que la Ley dice: "progresamos por medio de nuestros propios
reconocimientos". Cuando se considera un reconocimiento como
aspecto o fracción de un todo mayor, constituye la simiente
de una mayor expansión de conciencia. Una constante expansión
estabilizada de la conciencia significa iniciación. Esta
afirmación esotérica es de gran importancia.
Es
esencial que los discípulos cultiven la actitud de reconocimiento
espiritual, y cuando lo hagan, hallarán que sus vidas se
han enriquecido grandemente. El contacto con discípulos,
iniciados y Maestros, tiene siempre resultados evocadores. El poder
que normal e inconscientemente manejan, es doble en su efecto. Extrae
lo mejor y evoca lo peor del discípulo, mientras presenta
situaciones, las cuales él debe resolver. Cada discípulo
es un punto focal de poder hasta cierta medida. Cuanto más
avanzado esté un discípulo, tanto mayor será
la fuerza o energía que irradiará de él; esto
lógicamente presentará situaciones que tendrá
que manejar el discípulo menos avanzado. El verdadero discípulo
nunca lo hace intencionalmente. La teoría tan prevaleciente
entre grupos esotéricos de que el dirigente o un discípulo
avanzado tiene que producir ciertas situaciones a fin de desarrollar
al estudiante, es contraria a la ley oculta. Sin embargo, desde
el momento en que se pone al alcance de la radiación de un
[e679] Maestro o discípulo
más avanzado, con seguridad se producen acontecimientos en
sus vidas. La radiación será eficaz cuando se reciba
correctamente y se registre y utilice conscientemente, de modo de
llevar a cabo los cambios presentidos y necesarios. Oportunamente,
cuando la vibración de un discípulo es constante y
responde a otra más elevada, pueden sincronizarse ambas.
[i741] Esta sincronización
caracteriza a todos los grados de iniciados y a un iniciado de grado
superior, e indica que un iniciado o discípulo de grado inferior
puede ser aceptado en los grados superiores. La sincronización
es la clave de la iniciación.
[AAB.
Discipulado en la Nueva Era I]
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